Homilía para el Sexto Domingo de Pascua

Durante la temporada de Pascua, ocurre una transición para la iglesia joven.  Han escuchado el mensaje de Jesús, han experimentado al Señor Resucitado en sus diversas apariciones a sus discípulos y creyentes, reflexionan sobre su misión y comienzan a llevarla a cabo en la forma en que Jesús les enseñó.  La Pascua no se trata de lo que sucedió en ese entonces, también se trata de lo que sucede ahora a través de nosotros.

Este fin de semana estoy celebrando mi cuadragésimo aniversario de ordenación al sacerdocio. Cuatro de La Salettes fueron ordenados en nuestro Santuario Nacional en Ipswich, MA por el Obispo D’Arcy de la Arquidiócesis de Boston.  Todos nosotros haríamos varios ministerios para la iglesia y la comunidad.  Mi compañero de clase Tom Leclerc y yo permanecemos en el ministerio activo hoy.  El p. Tom y yo hemos sido compañeros de clase desde el jardín de infantes y veníamos de la misma parroquia.  Todos haríamos ministerios de diversas maneras y en varios países; los detalles no son importantes.  La realización del ministerio de Cristo es lo que es y siempre fue el punto esencial.

El poder del Espíritu de Dios que me permite hacer el ministerio para otros ha sido el núcleo del sacerdocio.  “El Espíritu del Señor me ha ungido …” fue el enfoque el día de mi ordenación y de mi vida desde entonces.  La vida siempre comienza y termina con Dios y al hacer la obra de Dios somos guiados y capacitados para llevar las Buenas Nuevas a aquellos que necesitan escucharla y vivirla.  Pero no es sólo mi papel o el de todos los ministros ordenados de la iglesia, sino que verdadera y esencialmente el de todos nosotros que vivimos nuestra fe al obedecer el mandamiento de Cristo: “amarnos los unos a los otros como él nos ha amado.” Nuestra vocación y vida de fe comenzó en casa.  Aprendimos a orar como nuestros padres nos enseñaron, participamos en la Eucaristía como familia, interactuamos con clérigos, feligreses y compañeros de clase en la Iglesia y la Escuela Católica. Fuimos bienvenidos a involucrarnos cuando sacerdotes y feligreses viajaron juntos en apoyo mutuo.  Ese es el enfoque de los Hechos de los Apóstoles y de la Iglesia primitiva y el de la vida de la iglesia siglos después.  Todos estamos juntos en ésto y necesitamos que todos hagamos nuestra parte para construir el Pueblo de Dios.

La mayor parte de mi ministerio como sacerdote ha sido como pastor de parroquias o sirviendo en liderazgo en mi comunidad religiosa o por un tiempo como director de los Laicos de La Salette.  Todos ellos se centraron en sacar lo mejor de los demás, mostrando el camino para edificar la iglesia y el mundo en el Espíritu de Dios. Aunque no siempre he tenido éxito, he hecho todo lo posible para ser inclusivo y acogedor para que todos puedan utilizar activamente sus talentos y habilidades. Especialmente, la meta ha sido experimentar la alegría de ayudar a otros. Nuestra Señora de La Salette siempre ha sido central en mi vida.  Crecí en una parroquia atendida por los Misioneros de La Salette.  Oramos las Memorias a Nuestra Señora todos los días en misa.  El espíritu de bienvenida y accesibilidad fue central en mi decisión vocacional.  Con los años he crecido en mi conocimiento y apreciación del carisma de La Salette:  Reconciliación.  Acercar a las personas a Dios y a los demás es el comienzo, reconociendo cómo la dependencia de Dios y su gracia amorosa es la fuente de vida y el poder del ministerio. Ver y conocer la llorosa compasión de María nos lleva a ver la grandeza del amor apasionado de Dios por nosotros, particularmente encarnado en el ministerio, la pasión y la muerte de Cristo, y en elevarnos a una nueva vida.

El cuidado y el apoyo de la familia, los amigos, la comunidad religiosa y aquellos con quienes serví me han traido en este día alegría y satisfacción.  Recordar las personas especiales, los lugares y los momentos tiernos enriquecen este día y la gratitud que tengo a Dios, a María y a todos ustedes por las bendiciones del servicio.  Tenía la esperanza de compartir este día en vivo con la comunidad reunida, pero ahora están aquí a través de Internet y siempre en mi mente y en mi corazón.  Gracias por todo lo que me han dado durante estos años y rezo para que continúe ministrando a ustedes y a la iglesia en los años venideros.  Estan en mi corazón.   Nos veremos pronto cuando volvamos a abrir.